El linfogranuloma venéreo (LGV) es una infección de transmisión sexual producida por ciertas cepas de la bacteria Chlamydia trachomatis. A diferencia de la clamidia común, que suele ser más leve, el LGV tiene la particularidad de afectar los ganglios linfáticos y los tejidos profundos de la zona genital, anal o rectal, lo que puede causar complicaciones serias si no se trata a tiempo. Se considera una enfermedad poco frecuente en algunos países, pero en regiones con altos índices de ITS ha tenido un aumento notable en los últimos años. Además, puede confundirse con otras infecciones, lo que retrasa el diagnóstico y tratamiento adecuados.
¿Cómo se contrae?
El contagio ocurre a través del contacto sexual sin protección (vaginal, anal u oral) con una persona infectada. La bacteria se encuentra en las secreciones genitales, anales o rectales, y penetra a través de pequeñas lesiones o microfisuras en la piel o mucosas. Las prácticas sexuales de riesgo, como el sexo sin condón, múltiples parejas sexuales o el no realizarse chequeos médicos regulares, incrementan la probabilidad de contraer esta infección. Es importante destacar que, en muchos casos, la persona infectada no presenta síntomas al inicio, lo que facilita la transmisión inadvertida.
¿Cuáles son sus síntomas?
El LGV suele desarrollarse en varias etapas:
¿Cómo puedo recibir tratamiento?
El LGV se trata con antibióticos específicos. El más utilizado es la doxiciclina, administrada durante 21 días, aunque existen alternativas como la eritromicina o la azitromicina según la situación del paciente. Es fundamental seguir el tratamiento completo indicado por el médico, incluso si los síntomas desaparecen antes de terminarlo. Además, se recomienda que todas las parejas sexuales recientes también reciban atención y tratamiento para cortar la cadena de transmisión. En casos graves o con complicaciones, puede ser necesario un seguimiento médico más prolongado e incluso intervenciones quirúrgicas para reparar daños.
¿Cómo se previene?
La mejor forma de prevención es el uso correcto y constante del condón en todas las prácticas sexuales (vaginales, anales y orales). También es recomendable realizarse pruebas regulares de ITS, especialmente si se tienen múltiples parejas sexuales o relaciones sin protección. Mantener una comunicación abierta con la pareja sobre la salud sexual, reducir prácticas de riesgo y buscar atención médica inmediata ante cualquier síntoma sospechoso son medidas clave para prevenir el contagio y las complicaciones del LGV.